River se hizo gigante en Madrid
- Nazareno Grossi
- 4 oct 2019
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Ganó y consolidó el mejor momento de su historia.

Fuente: As Argentina / River se proclamó campeón frente al eterno rival
Aquella noche de diciembre en Madrid fue testigo de un acontecimiento único e histórico para el fútbol argentino y mundial.
Los dos gigantes del país definiendo la Copa Libertadores 2018, última edición con doble partido en la final, cosa que no se pudo aprovechar a nivel nacional y finalmente fue trasladado a la capital española.
Luego del empate a dos en La Boca y los sucesos previos al partido de vuelta en el Monumental, se hizo larga la demora y enorme la expectativa. Con una cantidad impactante de argentinos enloqueciendo Madrid, el Santiago Bernabéu fue escenario de la única final internacional entre estos dos equipos.
En general, el encuentro no dejó lo mejor de cada equipo, mas no fue razón para quitarle importancia a semejante fiesta del fútbol. Evidente es que River partía como favorito gracias a que desde la llegada de Gallardo como DT, los de Núñez han sido y siguen siendo el mejor del continente.
Un partido de dos partes
Arrancó mejor Boca buscando neutralizar y disminuir el ritmo del rival. Los de Guillermo salieron a recuperar a la mitad de la cancha, cerraron la línea defensiva y agruparon a los mediocampistas, haciéndose un equipo corto donde los extremos Pavón y Villa no dejaban actuar a los carrileros rivales y buscaban contraatacar aprovechando la velocidad de ambos. Wilmar Barrios, con su precisión en la presión junto con Nahitan Nández, gracias a su entrega y lucha, se iban convirtiendo en los héroes de la noche.
Boca no le dejaba jugar a River reduciendo su dinámica en las transiciones y obligándole a disputar la pelota en la mitad de la cancha, injertando así la final en un partido incómodo para ellos.
Con el transcurrir del partido se comenzó a notar la superioridad del “xeneize” debido a la eficacia del planteo y el constante peligro de gol.
River, más allá de algunas ocasiones sin ninguna transcendencia, se sentía incómodo, sin ningún tipo de respuesta ya que los carrileros no conseguían ayudar en tareas ofensivas, nadie rompía líneas y la delantera quedaba muy aislada.
A los 44 minutos del primer tiempo, Nández roba un balón que introduce rápidamente a espaldas de Ponzio, donde aparece Benedetto para colarse entre la zaga y poner el 1 a 0 con el que se iría al descanso.
Boca, hasta el momento había hecho lo idóneo, algo que se ponía en duda previamente a la final, ya que durante el semestre supo ser un equipo sólido y ganador, ganando con holgura muchos encuentros y liderando el campeonato local, pero sin brillar y sobre todo sin haber podido consolidarse en partidos decisivos.
Y River despertó tras el descanso
En la segunda parte, la historia se dio vuelta. Boca había invertido mucho para conseguir ese resultado parcial ergo comenzó a notar el desgaste en sus jugadores y fue ahí donde River aprovechó para tomar el protagonismo del encuentro.
Durante el entretiempo, “el muñeco” encontró la manera de desbloquear el partido y poder reaccionar a tiempo. River una vez comenzada la segunda mitad, volvió a ser River, aquel equipo que viene consolidándose durante el último lustro, el que pocas veces flaquea y el que es especialista en este tipo de partidos.
Ensanchó la cancha y pisó el acelerador. De esa forma el equipo de Guillermo Barros Schelotto quedó francamente descompensado debido a que las transiciones de River empezaban a ser más rápidas y precisas, había triangulaciones en todos los sectores de la cancha y los del medio comenzaban a aparecer rompiendo fácilmente las líneas donde Barrios quedaba muy expuesto ante la ágil movilización del balón por parte del “millo”. A todo eso, debemos destacar los catastróficos cambios que realizó Guillermo, que influyeron claramente a favor de River. Boca por su lado no podía contrarrestar y cada vez lo iba sufriendo un poco más, quedando obligado a retroceder y rezar.
River pasó a dominar totalmente el encuentro y a los 67 minutos con una llegada por el costado derecho de Nacho Fernández que le da el pase a Lucas Pratto para que éste defina, empataba el encuentro. Fue un golpe anímico muy duro para Boca, que no podía hacer más que intentar disminuir las posibilidades de River. A partir de ahí River se quedó totalmente con el dominio de la pelota y el partido, desgastando a todo Boca y buscando por uno u otro lado la ventaja.
Con la igualdad en el marcador el partido se fue a la prórroga y dos minutos después de empezar, Boca quedó con diez jugadores debido a la doble amonestación a Barrios. En ese momento, el que marcó la diferencia fue Gallardo. Dejando de cierre a Enzo Pérez, sacó a Ponzio e introdujo a Quintero quien a los pocos minutos de ingresar soltó un latigazo para hacer un gol de otro partido.
Más allá de tener la posibilidad de igualar el encuentro sobre el final, Boca quedó hundido y en el último minuto, con el rechace de un córner a favor de Boca Juniors, recoge el balón Martínez en el circulo central para ponerse a correr hacia la portería rival que se encontraba vacía y así gritar campeones.
River había conseguido lo que ningún otro equipo antes, ganarle una final internacional al rival de toda la vida, un acontecimiento realmente único, que a priori parecía una quimera, pero terminó en una contundente realidad.
De película. Para algunos de terror y para otros de fantasía. Una película que dejó encima de la mesa la ratificación del momento de River Plate como el mejor de su historia.
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