top of page

Griezmann se enamoró de Copérnico

Tras su llegada al Barça, el delantero francés ha debido entrar en una especie de contradicción sobre su ‘yo’ futbolístico, entre aquello que fue, es y será. Porque, como a Galileo, a ‘El Principito’ le cautivó la forma que tenía de ver el mundo el astrónomo renacentista, Nicolás Copérnico.

Foto: La Vanguardia / Griezmann sigue sin encontrar su mejor versión como 'culé'.

Copérnico, en el siglo XVI, fue el primero en atreverse a desafiar todas las creencias religiosas de su época. El monje astrónomo formuló la denominada teoría heliocéntrica del sistema solar, que afirmaba que el Sol era el centro del Universo y no la Tierra, como se pensaba hasta entonces. Esta conjetura -en su momento- suponía deslegitimar a los habitantes del planeta Tierra de su carácter central en el Universo, lo cual chocaba con la teoría de la Iglesia, que creía todo lo contrario: el ser humano como centro del cosmos. Quinientos años después, estas hipótesis parecen haber trascendido a otros ámbitos de la realidad. Y es que, desde este verano, en Can Barça conviven dos maneras de entender el discurso. Griezmann venía de haber sido la luz, el dueño del relato, y decidió entrar -con un año de retraso- a una Iglesia católica de Rosario. Griezmann creyó en la tesis de Copérnico hasta que descubrió que lo humano podía llegar a ser divino; hasta que empezó a orbitar alrededor de la galaxia de Messi. En ese instante, pasó de Papa a arzobispo -Dios solo hay uno-.


Los visionarios pedirán tiempo, tratarán de salvaguardarse en los ejemplos de Luis Suárez o Neymar Jr (jugadores que también pasaron por esta fase de adaptación). Pero lo cierto es que, mientras Messi esté, hay cosas que no volverán a ser como antes: esa banda derecha, esos pasillos centrales con acceso restringido, esos balones que siempre iban a parar a los pies de ‘El Principito’… Porque en Armageddon todos teníamos claro que Bruce Willis, pese a las dificultades, iba a acabar salvando a la humanidad. El aficionado del Camp Nou también sabe que, con Messi en el sillón, llegará a final de mes. A Griezmann, en el Barça, se le exige -como mínimo- pasar la mopa.

A grandes rasgos

Antoine Griezmann no es nuevo en esto del balompié. A sus 28 años, cumple su décima temporada en Primera División. Campeón del mundo con Francia, es un perfil de futbolista difícil de descifrar, ya que no se caracteriza por ser un velocista ni un regateador nato. Es fino con el balón, sabe moverse y asociarse en pocos toques, y tiene facilidad para encontrar portería. Su carrera le ha permitido explorar distintas maneras de entender el fútbol y, tanto en la Real Sociedad como en el Atlético de Madrid, siempre ha conseguido elevar su techo competitivo. Sin embargo, aunque le abalen 143 dianas en Primera, la sensación es que siempre le quedará algo por dar y demostrar.

Fuente: FC Barcelona Noticias / La Real de Griezmann, el Barça de Messi (13-14).


Ante su mayor desafío

Ernesto Valverde, en la previa del Barça-Betis, afirmó que el delantero galo “tenía que buscarse la vida”. Porque, en San Mamés, el ‘Txingurri’ había visto a un tipo desubicado en banda izquierda. Pero es que, teniendo en cuenta que el 4-3-3 es el sistema por decreto del Barça, no hay otro destino para Griezmann. En ataque, el esquema reserva dos puestos fijos, uno para Luis Suárez y otro para Leo Messi. El costado izquierdo es el único puesto sin dueño exclusivo, y la plantilla goza de perfiles mucho más naturales que el de Griezmann para ocupar esa vacante y ajustarse al 4-3-3: Dembélé, Ansu Fati o incluso Carles Pérez.


Aun así, lo cierto es que Griezmann respondió a las arengas de Valverde ya que, ante el Betis, marcó sus dos primeros goles en el feudo barcelonista. La celebración del segundo gol reflejó ‘pequeñas’ dosis de su carácter. En su primera gran noche en el Camp Nou, el francés decidió rendir un pequeño homenaje a LeBron James emulando su liturgia antes del comienzo de los partidos de la NBA: rociarse las manos de magnesio (para mejorar el agarre de la pelota) y, posteriormente, lanzarlo al aire con los brazos abiertos (él lo hizo con confeti). Quizás una actitud algo prematura y soberbia -o excéntrica, como quieran verlo-, como muchos de sus actos.


Porque estoy seguro de que, después de tal festejo, la estrella de los Lakers habría comparecido en Granada, Dortmund o Praga. Únicamente ante el Eibar, en el partido más completo del Barça en lo que va de temporada, Griezmann decidió ser Griezmann. Marcó y participó en los otros dos goles del equipo. Y, curiosamente, las dos acciones en las que actuó como pasador se produjeron lejos del costado izquierdo, ese espacio que se le ha asignado y que le convierte en un futbolista desazonado.


Pero nada más lejos de la realidad, en su primera gran noche en el Camp Nou la afición se quedó con la música de los Chicos del coro (la Masía): el primer tanto de Carles Pérez y el estreno de un niño de 16 años, Ansu Fati, el segundo jugador más joven en debutar en Liga con el Barça. Sus padres, mientras, lloraban en la grada -eso me atrevería a decir que sí que es humildad-. Así pues, Griezmann se enfrenta a un reto mayúsculo: llegó con cartel de estrella (120M€, y quizás algún céntimo más), pero, si no quiere reeditar el caso Coutinho, va a tener que replantearse su propia identidad (¿qué soy?, ¿qué quieren que sea?... ¿qué quiero ser?).

Fuente: Gigantes del Basket / LeBron, el espejo de Griezmann en su primera gran noche en el Camp Nou.

Y es que, igual que Griezmann, a Copérnico le siguió cien años más tarde Galileo. Después de un largo y penoso juicio, se postró de rodillas ante el tribunal de la Santa Inquisición y negó la teoría heliocéntrica del sistema solar enunciada por Copérnico. La leyenda cuenta que, a pesar de ello, musitó: «Eppur si muove» («y, sin embargo, se mueve», refiriéndose a la Tierra). Griezmann, quizás, hubiera susurrado: «Je t’ai aimé, Copernic».

Comments


  • Twitter
  • Instagram
bottom of page