Quique Setién: exhumación de una idea perdida
- Daniel Godoy
- 26 oct 2019
- 4 Min. de lectura
El técnico cántabro vuelve a sonar con fuerza para el banquillo del Betis y, con ello, la vuelta a una manera de entender el fútbol.

Fuente: El Periódico
A bien sabido, hay cierta tendencia en el fútbol a dejar caer la memoria en el olvido. Se lo pueden preguntar a Claudio Ranieri en el Leicester, a El Pelado, Ramón Díaz, en River, o -a menor escala- al bueno de Quique Setién en el Betis. Porque, al fin y al cabo, el juicio del aficionado y el directivo gira entorno a aquello que tanto se cansó de repetir Luis Aragonés: “Ganar, ganar, ganar y volver a ganar, eso es el fútbol”. Ahora bien, entre sensacionalistas y nómadas del balompié, cabría preguntarse si hay espacio para los que creemos en la exhumación de una idea perdida u olvidada. No se trata de perpetuarla, sino de elegir el momento adecuado para enterrarla.
Ahora que Q. Setién vuelve a escuchar cantos de sirena desde Heliópolis, creo que es buen momento para recordarlo. A bien seguro, se habrá planteado en innumerables ocasiones cuáles fueron las causas que le condujeron a dejar de ser entrenador del Betis este año. “Este Betis es una obra inacabada”, afirmaba él mismo en una entrevista concedida a Marca. Y es que la sensación es que su proyecto era a largo plazo y se quedó a medias.
La sombra que dejó Q. Setién en el banquillo del Betis fue muy larga -también en Lugo y Las Palmas-. Decía Gabriel García Márquez que “la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado”. El aficionado del Betis debe haber entrado en una especie de contradicción en este inicio de campaña: ¿qué fui?, ¿qué soy?… ¿qué quiero ser? Porque, si cierra los ojos y se para a pensarlo, le vendrán a la cabeza aquellos dos cubatas de más de la noche en que celebró que su equipo volvería a jugar en Europa, la exhibición en el Camp Nou, la victoria en San Siro… Y, sobre todo, recordará aquellas mañanas y tardes en las que se sentaba en su butaca del Benito Villamarín y se reconocía mirándose al espejo.

Fuente: Canal Sur / Victoria bética (3-4) en el Camp Nou
Logró crear una marca
Q. Setién asentó un sistema de juego (3-6-1) y potenció los puntos fuertes del equipo: carril izquierdo y sala de máquinas. El técnico cántabro consiguió exprimir al máximo a jugadores como Sergio Canales o Giovanni Lo Celso, y Joaquín vivió una segunda juventud en muchos tramos de la temporada. La única pieza que siempre demandó el equipo fue la de un ‘9’. Y, atendiendo a la evidente falta de gol que había lastrado al equipo la campaña anterior, la dirección deportiva del Betis decidió pasar por caja este verano -28M€- para traer a Borja Iglesias, el gran aliado de Rubi en el Espanyol. Y aquí quizás sea algo oportunista, pero el bueno de Setién y el bueno de Borja no se habrían llevado mal.

Fuente LaLiga / Joaquín-Setién, una conexión especial
Logró que sus jugadores interiorizaran los automatismos de su manera de entender el fútbol, aunque por ello tuvieran que dejar solo a un niño en mitad de un paso de cebra. Pero no ahondó en los puntos débiles del equipo: sufrían una barbaridad en las transiciones defensivas -porque cabían tres campos de golf entre el portero y la línea de la zaga- y faltaba pólvora en ataque -Loren y Jesé no cubrían las necesidades de gol del equipo-. En cierta manera, el hecho de no hacerse fuerte atrás era fruto de la propia filosofía del técnico (Q. Setién es más de 4-3 que de 1-0). El problema es que su equipo carecía de esa referencia en ataque que le asegurase una cifra de goles importante al acabar el año, y que, sobre todo, contrarrestase los que le endosaba el equipo rival. Es cierto que, en muchos casos, también le faltó ser más inteligente en la gestión del resultado. Digamos que es de los que nunca se echaban para atrás.
Elevó el techo competitivo del equipo
El Betis venía de años muy grises, de descensos y ascensos, de una lucha muy distinta. Pero la realidad es que a Q. Setién siempre se le exigió dar un paso más, porque creó un estado de euforia no vivido años atrás que hacía pensar que podía darlo. El aficionado reconocía a su equipo semana tras semana y, seguramente, se atrevía a comparar la teoría de su entrenador con otras del más Lejano Oriente -el Barça o el City de Guardiola, por ejemplo-. Q. Setién instaló un estado de ánimo en el aficionado que no le acabó beneficiando. Y la temprana eliminación europea frente al Rennes y la tremenda desilusión de caer en semifinales frente al Valencia a las puertas de jugar una final copera en su estadio acabaron motivando el cese del técnico cántabro.
Es pronto, pero hay que decirlo: el Betis de Rubi se encuentra en puestos de descenso. Suena Q. Setién. Y estoy convencido de que alguna butaca del Benito Villamarín todavía guarda en la memoria alguna de aquellas magníficas tardes de fútbol. Porque ya lo dijo el Che Guevara: “Podrán morir las personas, pero jamás sus ideas”. Se puede exhumar el cadáver de una persona, pero nunca el de una idea.
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